Do you have the time to listen to me whine about nothing and everything all at once?
I am one of those melodramatic fools, neurotic to the bone, no doubt about it.

May 8, 2007

Crónica de una hora de almuerzo ejecutiva

El reloj da la 1:00 pm, pero nadie quita la vista de su computadora hasta que empiezan a sonar los pasos de manadas de personas como estampida de animales huyendo hacia las salidas más cercanas; es entonces cuando ves el reloj y tu barriga da un salto de alegría.
De repente, suenan las llaves, suenan los teléfonos, suenan los tacos, suenan las voces planeando almuerzos y los estómagos rugen anticipando ricos manjares o baratos menús en la esquina.
Hay tráfico en el ascensor; no importa, dice que entran 7 personas, pero una más, dale, sube, todos queremos salir de estas paredes que nos encierran desde las 9 am.
Suena "tin!", se abren las puertas del ascensor, bajan 9 personas (¿en qué momento se subió la novena?).
La calle se ve, de repente, atiborrada de hambrientos y hambrientas y no escatiman las sonrisas (qué felicidad este break del mediodía). Se van abriendo, poco a poco, las puertas de los más lujosos edificios y las "net keys" cuelgan alegre y orgullosamente del bolsillo derecho del pantalón mientras se mueven al vaivén de un paso con ritmo apresurado.
Al fondo se mezclan los camiones, los motores, las bocinas y la flauta de aquel anciano entonando a "Jose Antonio" mientras los restaurantes se llenan de comensales esperanzados con satisfacer antojos, dietas y demás.
Ya sea a pie, en grupo, en BMW o en patineta (créanme, los hay) la gente se desplaza por las calles Sanisidrenses y de lejos todos parecen bailar los pasos de una canción noventera muy pegajosa.
De pronto, el rico olor a pollo a la brasa, tallarines con salsa roja y carne del más fino corte argentino invaden las diferentes narices abriendo el apetito como un domador que logra abrir la boca de un león rey de la selva.
Los menos afortunados envidian a aquellos con corbata elegante y llaves en mano, pero aún así son felices mientras disfrutan de la rica lonchera que alguna mujer en su vida les preparó sentados en las banquitas de Metro o Tottus.
Son dos horas de gozo y alegría; la gente se acepta y se quiere y se reafirma de esta manera el tan conocido dicho: barriga llena, corazón contento.
Increíblemente, pasan dos horas de tu vida y tú sin darte cuenta. Hay que regresar a los centros laborales, pero no sin antes parar un ratito en el kiosko de la esquina y disfrazar nuestro rico aliento a arroz con pollo con algún caramelo mentolado.
El ritmo ha descendido. Los motores y bocinas se van apaciguando y el sonido de la flauta cantando "el cóndor pasa" nos acompaña cual marcha fúnebre de vuelta a nuestras tareas del día a día.
Con loncheras vacías, barriga inflada y botón desabrochado regresamos en la misma procesión con la que salimos, a sentarnos frente a nuestras computadoras y dedicarnos a evadir el sueño de la siesta para poder incorporarnos rápidamente a nuestro ritmo de jornada.
Y así termina un día más en nuestra rutina diaria para luego salir en la noche corriendo hacia los brazos de nuestra amada o amado, cama, madre o sofá preferido.

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SOY GARRIK

Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos del pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! Cúantas veces al reír se llora,
Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe.

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.