Y llegó el día... se fue ella también.
No me da pena que se haya ido porque al fin se volvió a reunir con el amor de su vida (nunca pudieron estar mucho tiempo separados).
Me da pena no haberle podido decir por última vez lo mucho que la quiero y lo mucho que aprendí de ella.
Me da pena que haya sufrido.
Me da pena que haya estado asustada.
Me da pena que de repente se haya sentido sola, como yo ahora.
Nunca aprendió a leer ni a escribir y nunca fue rica ni millonaria.
Nunca vivió en grandes mansiones ni viajó por todo el mundo.
No tuvo más aspiraciones que sacar adelante a su familia y que todos sean felices,
pero qué fortaleza! qué empeño, qué ganas... ganas que no perdió ni el último minuto de su vida y eso es algo que siempre me llevaré de ella, a donde vaya.
Siempre pensé que éramos muy parecidas, no sólo físicamente, sino también en personalidad; pero ahora me doy cuenta de lo mucho que me falta para tener su coraje y su fuerza. Y si algún día tengo la mitad de sus cualidades, la mitad de su fortaleza, entonces seré la sombra de la mujer en quién me tengo que convertir.
Te extraño ya, me haces falta, mucha falta.
Pero sé que ya estás feliz y ya estás contenta y ya habrás entendido que todo valió la pena.
Gracias por las enseñanzas, te llevo en mi corazón siempre hasta que nos volvamos a juntar.
Saludos a mi nono.
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